La falta de información sobre la epilepsia en una parte de la sociedad motiva desconfianza y temor hacia el paciente que ha sufrido una crisis en público. Pasan de ser personas normales a seres epilépticos; esto fomenta una minusvaloración basada en la ignorancia.
Muchos afectados de epilepsia limitan sus relaciones sociales para evitar este peligro. En ocasiones por decision propia, otras por que los familiares asi lo deciden y algunas mas, por que la sociedad que los rodea los discrimina.
A menudo si las crisis (ausencias, convulsiones, crisis parciales simples, complejas,…) no están bien controladas, la persona tiene miedo a sufrirlas en público o siente reparo en decir que padece esta enfermedad: pasa a ser catalogado como raro, motivo de cuidado, problemático, alterado, etc. y puede ser progresivamente excluído del grupo. En la mayoría de los casos ante los ojos de los demás, la enfermedad pasaría a sustituir su personalidad y a explicar sus reacciones
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